La presente exposición es una indagación sobre las posibilidades que me da el papel para representar y abstraer aspectos constitutivos de mi identidad. Tratándose de espejos rotos, nuestra vida es inabarcable en un reflejo o una narrativa unitaria, cuanto mucho vamos siendo en tanto vamos recorriendo las huellas, las marcas, las rutas abiertas y las rutas bloqueadas: los laberintos de la memoria, los pasillos, rincones, cuartos, jardines y huertos; espacios con olor a incienso habitados por seres espectrales, incorpóreos y volátiles que desaparecen cuando se pretende asirlos. Dejamos entonces existir a los fantasmas en su vida de mentiras. Aunque ello no los haga menos peligrosos, porque hablan; gritan, se atropellan en un retumbar de ecos cargados de abandono, desolación y reclamos. Y después: la nada. Al final: el vacío silencio al que conducen todos los caminos, si todos los caminos de la memoria conducen al vacío: ¿Quién soy? ¿Cuál es mi raíz? ¿Cómo plasmo todo esto con papel?