Dolor.

Enfermedad.

Tristeza.

Todos hemos sentido el frío abrazo del dolor en nuestra piel alguna vez. Todos sabemos lo que es el sufrimiento. Todos en algún momento hemos tocado el más oscuro y profundo espacio en nuestra alma que está reservado para los peores recuerdos de nuestra vida.

Y esos recuerdos van dando forma a nuestra misma existencia, se vuelven el molde en que nuestra vida va tomando forma. Vemos reflejada en cada nueva experiencia una posibilidad de que el dolor vuelva y esa posibilidad nos aterra, nos llena de ansiedad y esa ansiedad se vuelve un recuerdo.

Y el recuerdo se vuelve una amenaza constante, un terror aprendido hacia el dolor que genera más dolor por sí mismo que cualquier otra cosa que pudiera ocurrir. Es la ansiedad. Crea un infierno en la mente de quien la porta y llena el espacio del alma de recuerdos que nunca existieron, que escarban dentro de tu piel y deforman tu interior, luchando contra cada fibra de tu cuerpo para escapar violentamente, te llena de forma agresiva y se apodera de tu mente. Cubre tus ojos y repta por tu cerebro, sacude tus nervios y destroza tu paz.

Pero el ataque pasa, la ansiedad cede y tu control regresa. Más no eres el mismo, la deformidad en tu alma es permanente, el dolor en tus ojos es continuo y el miedo, aunque pequeño sigue ahí… y volverá a crecer. Una y otra vez. Una y otra vez revolverá tus entrañas buscando una forma de salir.

Entonces la única salida posible del terrible agarre de la ansiedad es… tu arte.

El dejar que todo lo que atormenta tu interior fluya a través de ti, de tus ideas, de tus manos y tus palabras, de la punta de un pincel o en el humo que sale de tus pulmones, quizá en la melodía de tu garganta o en el fondo de una botella. Toda la violencia de tu emoción encuentra salida en un momento de éxtasis, una sagrada salvación que elimina tu consciencia y disipa el dolor junto con todo lo demás. Se consagra, concibes en ideas y das a luz tus creaciones. Tus criaturas te consuelan con su forma. Y funciona.

Entonces lo harás cada vez que sientas que se acerca la terrible ansiedad. Siempre que esté sobre ti buscarás tu arte, tu tesoro, tu creación, y el crear se hará costumbre.

Y la costumbre se hará ritual.

Pero la deformidad no cede, el dolor no desaparece como lo hacía antes, pero no sabes que más podrías hacer, el ritual es lo único que conoces, el ritual es lo único que te alivia, pero cada día te desgasta, la energía que consume es más y la deformidad de tu alma comienza a reflejarse en los ojos caídos de tu más reciente vástago, en los colgajos en que se ha convertido su carne, en las espinas que cargas sobre tu corona.

La deformidad te consume y el ritual, aunque sagrado, no funciona más.

El ritual te ha consumido, y ahora, no hallarás otra salida.

Solo la fría compañía de tu creación, de tu deformidad manifestada en tu santo proceso.

La deformidad ha consumido quien eras y quién deseabas ser, y ahora todo lo que conocías está cubierto de la sangre que brota en tus lágrimas y de tus criaturas inundando la habitación.

Te has consagrado en tus rituales.

David Sandoval Delgado