EXPOSICIÓN
Jardines Eternos
GALERÍA
Centro Cultural UNSA. Galería I
ARTISTA
Daniel Gallegos y Guadalupe Carrizo
CURADURÍA
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PERIODO
Julio
¿Sabés cómo se curan las heridas de la piel?, me preguntó.
Claro, respondí, primero hay que detener el sangrado y calmar el dolor, después hay que
ayudar a curar. Mi piel tarda mucho, es sensible, frágil, y de cicatrización lenta, añadió.
Si te pones un curita no funciona, es mejor darle aire; el oxígeno es esencial, le dije.
Este es el lugar donde los secretos más profundos de la historia se entrelazan, donde la tierra respira con un ritmo ancestral y distintas etnias indígenas hacen vida en ella.
La selva peruana es uno de los grandes pulmones vegetales del planeta. Se encarga de la generación de oxígeno y la fijación de carbono necesarias para mantener estable la temperatura de la tierra y sostener los márgenes de la vida de los seres que la habitan.
Entonces, ¿cómo inicia la naturaleza su proceso de sanación?
Lo diré con color: depende del rojo que la toque.
Aquí, el rugido de las llamas ha interrumpido la sinfonía natural, transformando el verde esmeralda en gris oscuro, dejando un paisaje desolador. Este es el frágil equilibrio que sostiene nuestra existencia. La selva cruje bajo el poder destructivo del fuego, mientras el aire se llena del lamento de los seres que una vez encontraron refugio aquí. Esta es la huella dolorosa que deja la intervención humana en el delicado tejido de la naturaleza.
Utilizando crayones hechos de plantas nativas -aquellas que desafían a los herbicidas-, Guadalupe traza una lista de nombres de defensorxs asesinadxs en su lucha por el medioambiente. Escribe en letras mayúsculas un grito que ensordece y abruma. Cada trazo es un eco de resistencia, un tributo a quienes defienden la tierra.
En medio de la devastación, surge un atisbo de esperanza.
Daniel guarda semillas y las dispersa en pequeños frascos de cristales, imitando el hábitat natural de las especies de árboles y generando un microclima ideal para su desarrollo. Las primeras hojas verdes emergen como promesas futuras. Corteza del árbol de casa, hojarasca, viruta de madera, tierras negras, blancas de volcanes, todo lo natural y endémico posible.
Aunque la herida siga abierta nos recuerda que la semilla siempre encuentra un camino para renacer: en su lento proceso radica la voluntad colectiva de proteger y sanar.
Jardines eternos nos invita a reflexionar sobre nuestro papel como guardianes de la naturaleza. Nos recuerda el daño que podemos infligir y la esperanza que reside en nuestras acciones. Que este viaje entre lo desolador inspire un compromiso renovado para proteger los bosques amazónicos y todos los ecosistemas vitales que sustentan la vida en nuestro planeta.
En un mundo donde nuestros silencios como sociedad reflejan la des-conexión con la voz de la naturaleza, seamos hojas al viento que llevan señales esperando ser escuchadas antes de que se desvanezcan en el eco de nuestros actos.
Andre Ludics