Desde que suena el despertador hasta que apagamos la luz del cuarto y caemos en los sueños, seguimos un guión escrito pasivamente por nosotros, determinado por nuestras responsabilidades, esculpido por las interacciones y pulido por el disfrute o las adversidades. Así cumplimos nuestro rol dentro de la película que llamamos «la rutina»

Probablemente nunca sepamos el género de nuestro propio film. Algunos especialistas indican que oscila entre el drama y la comedia, mientras que otros críticos sugieren que tenemos un derrotero hacia la autodestrucción. Sin embargo, esto no nos ha detenido para crear o crearnos aquellos giros inesperados que, en cierto modo, hacen evolucionar a nuestro personaje.

En «Habitual», sin más personajes que el «yo», las alpacas de Sol Alejo interpretan el guión de cualquiera de nosotros que transita este mundo de mayor conectividad, pero también de mayor soledad. Ellas enfrentan, sin armaduras, ni dientes y sin compañía, algunos de los dolores que todos tenemos.

En cada cuadro, Sol Alejo logra que la realidad y la ficción se den la mano, haciendo de la sencillez algo grande, y de los pequeños detalles, algo maravilloso. La magia de estas escenas no reside en lo surreal que puedan ser, al estilo de Chirico o Magritte, sino en las lecciones y emociones que cada obra contiene. No son cantos a la alegría o la ternura, sino perspectivas y maneras sencillas de afrontar estos tiempos convulsos que hacen trastabillar a nuestro personaje y caer fácilmente en una película plagada de desgano. Estas obras inspiran y ofrecen una guía sutil y franciscana de encontrar la unión donde hay discordia, la verdad donde hay error, la fe donde hay duda y la esperanza donde hay desesperación.

Paul Xyu