«Los paisajes me han creado la mitad mejor de mi alma» (José Ortega y Gasset, 1906)

La pintura paisajística es una experiencia visual, como muchas otras, de la que solo observamos el resultado final: la obra de arte. Con frecuencia no tenemos en cuenta que se trata de un proceso que implica la interiorización de lo que el artista decide captar del entorno, para luego exteriorizar de acuerdo a sus parámetros culturales, intenciones formales, y otros intereses que nos expresará en su obra.

En “Paisajes vitales”, Giancarlo Mendoza exhibe una serie de acuarelas que han sido ejecutadas siguiendo ciertas experimentaciones que la alejan de la representación pintoresca del género. No basta con reproducir el paisaje para captar sus matices, aspecto que de todas maneras consigue, sino que, tales intervenciones empíricas le confieren un carácter estético propio que está determinado por la aprehensión de lo tectónico y lo orgánico, del movimiento y la textura de sus elementos, incluso de la polución que lo afecta. La exposición advierte la relación simbiótica entre los materiales empleados y el concepto propuesto: a través de los pigmentos contenidos en las acuarelas, provenientes de minerales extraídos de la tierra, el artista traslada la luz y el color de nuestra tierra a un soporte bidimensional. De esta manera, en las composiciones de Mendoza Ruelas el espacio natural adquiere una condición simbólica, siendo esta la analogía, en el campo subjetivo, del resultado final de su proceso creativo.

Dusan Fuentes

Historiador de Arte

Gestor Cultural